viernes, 20 de diciembre de 2013

Cruel Britannia, Ian Cobain

En "Cruel Britannia, a secret history of torture", Ian Cobain explora la desconocida historia del uso de la tortura por una de las potencias del occidente liberal.

Le hubiese sido fácil retrotraerse más en el tiempo, pero su historia de la tortura en Reino Unido comienza en marzo de 1939, cuando el gobierno británico crea una organización especializada en interrogar prisioneros. Centenares de posibles quintacolumnistas, espías y centenares de prisioneros de guerra fueron torturados en pisos francos en diversos lugares de Londres, todo ello a espaldas de la Cruz Roja. La privación de sueño y de alimento suficiente, un régimen de ejercicio extenuante, temperaturas extremas y ocasionales golpizas eran procedimientos habituales en los interrogatorios, que continuaron durante los meses inmediatamente posteriores al fin de la guerra. 

Estas prácticas se extendieron a la zona de ocupación británica en Alemania. Documentos desclasificados en 2005 permitieron conocer la historia del centro de interrogatorios de Bad Nenndorf, que operó hasta mediados de 1947. En él, 372 hombres y 44 mujeres (sospechosos de simpatizar con el nazismo, pero también varios comunistas) fueron torturados durante meses, en algunos casos con el uso de instrumentos de tortura de la Gestapo y resultando en la muerte de los prisioneros. Pero Bad Nenndorf podría ser la punta del iceberg, pues un puñado de centros similares operaron en diversas zonas. 

Como todo aquel que haya visto la magnífica película de Gillo Pontecorvo sabe, por desgracia los procesos de descolonización ofrecen una oportunidad para el uso de la tortura a gran escala. El libro ofrece información sobre su uso durante la sangrienta rebelión de los Mau Mau) en Kenia (con más de 12.000 asesinados) y más tarde en las revueltas de Adén y Chipre. Las brutales técnicas que se utilizaron en estos países (particularmente en Kenia, dónde a manos de las fuerzas británicas los prisioneros "recibieron latigazos, palizas, fueron electrocutados, mordidos por perros y encadenados a vehículos y arrastrados. Algunos fueron castrados. [...] No era raro que alguno muriera por culpa de las palizas."), fueron dando paso a otras "más civilizadas" como la privación sensorial. 

Un informe del Intelligence Corps describía las llamadas "Cinco Técnicas" usadas habitualmente por los interrogadores británicos: dieta insuficiente, privación del sueño, mantener encapuchado al prisionero, hacerle escuchar "ruido blanco" de forma continuada y obligarle a mantener posiciones dolorosas durante horas. Estas cinco técnicas (y una sexta —implícita— de golpear al prisionero si se negaba a obedecer), fueron usadas a gran escala en los disturbios de Irlanda del Norte durante 1971 y 1972. 

La prohibición de las "Cinco Técnicas" en 1972 dio paso a dos estrategias. La primera se puede resumir perfectamente en el dicho castellano de "hecha la ley, hecha la trampa": en parte debido a varios subterfugios legales, las "Cinco Técnicas" han seguido siendo usadas por los británicos. El libro ofrece varios ejemplos de prisioneros bajo la custodia británica en Iraq y Afganistán que fueron torturados, alguno hasta la muerte, por tropas británicas. La segunda, usada extensivamente por Estados Unidos tras los atentados del 11S, es el uso de autoridades de terceros países para torturar a los prisioneros. El libro contiene, por ejemplo, el caso de varios ciudadanos británicos que fueron torturados por el servicio secreto paquistaní bajo indicación de las autoridades británicas. 

Ian Cobain consideraba la tortura como algo completamente ajeno a la cultura y tradición británicas, y no estaba preparado para aceptar que algunos políticos británicos hubiesen decidido infligirla a sus propios ciudadanos. Pero los documentos y declaraciones que fue recopilando para escribir este libro le mostraron cuan lejos estaba Reino Unido de ser el campeón de los derechos humanos que pretendía ser. Según las palabras del autor, «en las islas del juego limpio, se asume que el uso de la tortura no es posible, porque es impensable». Pero si indagamos un poco más, descubriremos que «lejos de ser una nación que no permite la tortura, Reino Unido la ha estado empleando por generaciones y por multitud de motivos».

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