lunes, 12 de noviembre de 2012

FPU, encima apaleados


Sin previo aviso y en los últimos pasos de la tramitación de las becas predoctorales FPU (una de las más importantes para financiar estudios de doctorado), cuando ya sólo faltaba anunciar la lista de nuevos beneficiarios, el Gobierno ha reducido el número de becas de 950 a 800. Las ayudas para estancias pasan de ser 950 a 500 y las de traslado temporal se reducen de 63 a 40. Este es el link a la página del BOE en la que se consuma la, además de posiblemente ilegal, trapera puñalada.

El Gobierno no sólo sigue ignorando las llamadas de atención de la comunidad científica sobre el crítico estado del sistema de I+D en España, sino que también ha demostrado una gran falta de respeto con la comunidad investigadora y los estudiantes que aspiran a formar parte de ella. En estas condiciones de poco sirve el diálogo; investigadores: nos vemos el #14N en las calles.

Imagen: Vía @ciudadfutura

Actualización: Un poco más de información en esta entrada

lunes, 5 de noviembre de 2012

El Legado de Prometeo, Miguel Santander

Finales del siglo XXI. Tras una tercera Guerra Mundial, nuestro planeta sufre las consecuencias cada vez más severas del cambio climático. Los terrícolas, afectados por las inevitables restricciones energéticas, ven como gobiernos y grandes corporaciones se disputan lo que queda de su mundo, mientras que una banda de neo-ludditas ecoterroristas intenta destruirlo. ¿La solución? Némesis, un agujero negro a 2 años luz de distancia y un proceso (descrito por Penrose en 1969) para obtener cantidades ingentes de energía de él. Una nave es construída con gran urgencia. Con sus 500 tripulantes viajará a Némesis en una misión de varias décadas con la esperanza de volver a tiempo de salvar la civilización humana.

Esta es una reseña de la primera novela larga de Miguel Santander (@migusant), astrofísico del Observatorio Astronómico Nacional y bloguero divulgador. Pese a ello, "El Legado de Prometeo" tiene todas las características de una genial novela de ciencia ficción dura, además de una trama bastante creíble.

En las antípodas de los "cerebros con patas" de las novelas de Asimov, la novela va desarrollando unos personajes complejos, imperfectos y bastante viscerales. Muchos de ellos están un poco más allá de la línea de la enfermedad mental, lo que anima la trama pero con la desventaja de dificultar la tarea de identificarse y empatizar con ellos. Los "malos" son bastante más simples, incluyendo perfiles como ecoterroristas y pérfidos capitalistas (toda una novela con conciencia de clase).

Mucho más destacable es el magistral uso de procesos científicos y la descripción de tecnologías en la novela. Ya sea narrando una persecución en bicicleta solar, describiendo la estructura y propulsión de la nave o los procesos de obtención de energía en el agujero negro, el lector se encontrará amenas pero rigurosas explicaciones. Algunas, particularmente aquella sobre malabares en la gravedad artificial de la Éxodo, me recordaron viejas conversaciones con el padre de Miguel, Mariano Santander, a quien tuve el honor de "sufrir" como profesor durante la carrera de Física.

¿Y qué decir más? Hay ascensores espaciales, una inteligencia artificial un tanto inquietante, una versión de la psicohistoria, y... ¡Numantinos! ¡Aparecen numantinos! ¿De verdad hace falta algo más para convencerte de que leas la novela?

En venta en Amazon.es (también versión Kindle).

viernes, 26 de octubre de 2012

Abbas ibn Firnás: el andalusí que quiso volar

Financiado por una conocida marca de refrescos que saben a jarabe, el exmilitar austriaco Felix Baumgartner ha dado mucho que hablar durante estas últimas semanas. Tras ascender en globo hasta los 39.068 metros, su salto ha superado varios records mundiales, convirtiendo a Baumgartner en el primer ser humano que supera la barrera del sonido en caída libre. Sin embargo, puesta en perspectiva su hazaña fue sólo una nueva vuelta de tuerca a las que Joseph Kittinger, Yevgeni Andreyev, Pyotr Dolgov y otros llevaron a cabo durante los años 60. Si hablamos de vuelos en globo, alturas similares se alcanzaban ya en los años 30, por ejemplo, los 23 km de altura del vuelo de Auguste Piccard en 1932

Si bien el primer salto en paracaídas se atribuye tradicionalmente a Louis-Sébastien Lenormand, que en 1783 saltó desde la torre del observatorio de Montpellier, para sorpresa de muchos de los lectores es en nuestro país donde encontramos los antepasados más remotos de la hazaña de Baumgartner (y de Jackass, dicho sea de paso). Y ocurrió muchos siglos antes que los vuelos en globo del "padre volador" ante el rey de Portugal en 1709 y de los intentos de Diego Marín, aquel burgalés que en 1793 quiso planear desde su pueblo hasta Soria. Hablamos del Al-Ándalus del siglo IX.

Estamos en 852, y un tal Armen Firman se prepara para saltar desde el minarete de la Mezquita de Córdoba ante la mirada atónita de la multitud que allí se había congregado. La gran capa enderezada por un ligero armazón de madera que portaba frenó su caída, lo suficiente para evitar que aquel temerario pionero sufriese heridas de importancia. Un magullado Armen Firman se convierte de este modo en el primer paracaidista del que tenemos constancia. Si hacemos caso a algunas fuentes, Armen Firman no es otro que el gran sabio andalusí Abbas Ibn Firnas, aunque otras colocan a este último entre los numerosos testigos del accidentado salto del primero. En cualquier caso, veremos cómo el filósofo andalusí trabajó para superar aquel accidentado intento.

Abbas ibn Firnas había nacido en 810 en Ronda. Entre la magufería y la ciencia, tal y como marcaba la moda de la época, recibió los calificativos de "músico, filósofo, poeta, astrólogo, alquimista y adepto a la magia blanca y la prestidigitation". Con el objetivo de sorprender a sus visitas, ibn Firnás había instalado en su casa una representación del firmamento, con efectos visuales y sonoros representando nubes y relámpagos. Desgraciadamente para él, algunos de sus contemporáneos se lo tomaron a risa, incluyendo una sátira algo escatológica del poeta Mu'mim Said.

A pesar de las críticas de algunos de sus contemporáneos, ibn Firnás es recordado hoy como uno de los grandes pensadores del momento. Fue muy probablemente el introductor de las técnicas de tallado del cristal de roca en al-Ándalus. Construyó para Abd al-Rahmán II (788–852) la primera esfera armilar (o astrolabio esférico) de la que tenemos referencia en al-Andalus, así como un reloj para el emir Muhammad (852-886), probablemente una clepsidra provista de autómatas. Fundó una escuela mecánica andalusí que según el historiador Ibn Hayyan "inventaba objetos curiosos y dignos de reyes, artilugios maravillosos y que causaban asombro, con bellas figuras y movimientos fantásticos por sus cambios de color y por hacer variar las aguas de las albercas y otros lugares."

Como comentábamos anteriormente, en la última parte de su vida ibn Firmán decidió seguir los pasos de Dédalo e Ícaro. Bien inspirado bien escarmentado por el accidentado salto desde el minarete, y tras años de observación del vuelo de las aves, en el año 875 el sabio andalusí diseñó y se hizo construir unas alas recubiertas de seda y plumas. De esta guisa se dirigió a la Ruzafa cordobesa con la intención de saltar al vacío, generando sin duda una gran atención entre los lugareños (algo así como hizo Baumgartner, pero sin marca de refrescos). Desconocemos el tiempo que permaneció en el aire o la distancia que planearía, aunque algunas fuentes mencionan que pudo haber sido considerable. Lo que sí ha trasmitido la historia es su duro aterrizaje, que provocó a ibn Firnán una lesión de espalda que le acompañaría hasta su muerte en el año 887.


Los intentos de volar del andalusí fracasaron, aunque sentaron un precedente que inspiró a pensadores posteriores como Roger Bacon. Un aeropuerto de Baghdad, un centro astronómico en Ronda, un puente de Córdoba y un cráter en la cara oculta de la Luna llevan el nombre de Abbas ibn Firnás. Particularmente respetado en los países musulmanes, Libia y las Comores han producido sellos de este pionero de la aeronáutica.


Fuentes:
Relacionada:

domingo, 21 de octubre de 2012

Una curiosa estructura en espiral alrededor de R Sculptoris


R Sculptoris es una estrella gigante roja de carbono de luminosidad variable. Está en una fase tardía de la vida de una estrella masiva, en la que se producen episodios periódicos de pulsos térmicos, fases cortas (varios centenares de años) de fusión acelerada de helio y extraordinaria expulsión de material desde la superficie de la estrella. Esto genera la formación de envolturas concéntricas de gas y polvo alrededor de la estrella.

Gracias a el conjunto de radiotelescopios ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), el más potente del mundo de su clase, un equipo de astrónomos ha descubierto una estructura espiral en el gas que rodea a R Sculptoris, estructura que quizás se podrían explicar con la existencia de una compañera que orbite alrededor de R Sculptoris una vez cada 350 años.

En el vídeo inferior (a partir del minuto 2:22) se puede ver una reconstrucción tridimensional de esta estructura.



Fuente: ALMA localiza una sorprendente estructura espiral

jueves, 4 de octubre de 2012

Números combinatorios, supercomputadoras y la edad del universo


Tomemos una cuadrícula n x n. ¿De cuántas maneras diferentes podemos atravesarla desde la esquina (0,0) hasta la (n,n) sin pasar por el mismo punto dos veces?

Para n pequeño es posible encontrar a mano todos los caminos. Es fácil convencerse de que en la figura superior están los 2 caminos posibles para el caso n=1 y los 12 caminos posibles para el caso n=2. Más tedioso es el cálculo para valores de n algo más grandes, pero si uno es algo hábil programando no le resultará muy difícil hacer un programa que genere por "fuerza bruta" todas las posibilidades.

Parece fácil ¿verdad? Pues vean en el siguiente vídeo lo que ocurriría si intentásemos usar nuestro programa para calcular el caso n=10, aún usando para ello una potente supercomputadora.



Imágen tomada de: Weisstein, Eric W. "Self-Avoiding Walk." From MathWorld--A Wolfram Web Resource. http://mathworld.wolfram.com/Self-AvoidingWalk.html

sábado, 29 de septiembre de 2012

London Necropolis Railway, el tren de los difuntos

South Station, Brookwood Cemetery

No, hoy no hablaré de impregnaciones fantasmales ni de trenes encantados, eso lo dejaremos para "especialistas". Esta entrada es una breve incursión en el día a día del Londres victoriano.

La población de la capital británica se había duplicado durante la primera mitad del siglo XIX, provocando un problema de falta de espacio en los cementerios clásicos de la ciudad. Las tumbas eran frecuentemente abiertas y sus "inquilinos" desalojados, contaminando en ocasiones pozos y otras fuentes de agua potable con sus restos. Estas prácticas suponían un gran riesgo para la salud y tras la epidemia de cólera de 1848-1849 (que mató a casi 15.000 londinenses) quedó claro que había que buscar una alternativa.

Un tal Sir Richard Brown tomó la iniciativa, y compró un terreno en Brookwood, Surrey, construyendo allí un gigantesco cementerio, en aquel momento el mayor del mundo. Sólo quedaba pensar un pequeño detalle: el modo en el que iban a recorrer los difuntos el camino de 40 kilómetros que separaba Londres del nuevo cementerio. La joven tecnología del ferrocarril parecía la única adecuada, así que Richard Brown entró en colaboración con una de las compañías ferroviarias más importantes del momento, la London & South Western. Se creó así en 1852 la London Necropolis Company.

Por alguna extraña razón, los clientes habituales de la L&SWR (vivos) no querían viajar en los mismos trenes que los difuntos, así que se compraron vagones especiales para estos servicios funerarios. En ellos, como no podía ser de otro modo, las jerarquías sociales y económicas seguían tras la muerte, y los difuntos podían viajar a su destino final en tres clases diferentes. Independientemente de la clase, doce ataudes viajaban en cada vagón, y la compañía justificaba el superior precio de los billetes de primera clase por una mejor ornamentación y un mayor cuidado a la hora de transportar el ataúd en los dos extremos del viaje. Las familias y amigos en duelo viajaban en el mismo tren, en otros vagones también separados en tres clases.

Una segunda división venía dada por la religión de los difuntos. Los anglicanos eran enterrados en la parte sur del cementerio, mientras que los difuntos de otras religiones eran enterrados en la parte norte. Las dos zonas del cementerio tenían sendas estaciones de ferrocarril, con varios andenes para las diferentes clases económicas. Además de estas dos estaciones se construyó una terminal en Londres, la Waterloo Necropolis, con capacidad de almacenar 300 ataudes en espera de ser trasladados.

Los primeros servicios funerarios tuvieron lugar a finales de 1854. El servicio se consolidó rápidamente y el "expreso de los tiesos", como lo apodaban los trabajadores, pronto hizo un servicio diario, transportando cada vez hasta 48 cadáveres. Algunos servicios similares surgieron posteriormente, notablemente el que iba desde King's Cross al cementerio norteño de New Southgate, pero el original de Waterloo a Brookwood siguió siendo el más utilizado.

El cementerio de Brookwood nunca dispuso de instalaciones de cremación, pero los trenes y estaciones de la LNC servían también al cercano crematiorio de Woking (tras la legalización de esta práctica en 1884). Cuando Friedrich Engels murió en 1895, tras un servicio funeral en la terminal de Waterloo, cerca de 150 personas se desplazaron con su cuerpo hasta la estación norte de Brookwood (la habilitada para no anglicanos). Desde allí, sólo un reducido grupo de personas acompañó al difunto hasta Woking, lugar en el que fue cremado.

A comienzos de siglo XX, la London Necrópolis Company se trasladó a una mayor terminal en Westminster. Debido a su proximidad a los puentes sobre el Támesis y los principales nodos ferroviarios, la nueva terminal fue casi completamente destruída durante los bombardeos alemanes de 1941, interrumpiendo toda actividad de la compañía.

El tren de los difuntos no sobreviviría a la guerra. Pese a que la línea de Waterloo a Brookwood estaba en buenas condiciones, el ramal al cementerio había sobrevivido mal a casi cinco años sin uso ni mantenimiento. A esto había que sumar los costes de la reconstrucción de la terminal, y que la competencia de la carretera amenazaba la sostenibilidad a largo plazo de la compañía. En 1946 la LNC anunció oficialmente que los trenes funerarios no volverían a circular.

Fuentes y más información: