En un par de días será 1 de enero y con él llegará el Año Nuevo. Pero, ¿por qué celebramos el Año Nuevo precisamente ese día? El 1 de enero no tiene ningún significado astronómico especial. Cuando llegue, el solsticio de invierno habrá pasado hará ya una decena de días, y aún quedarán tres más para que la Tierra llegue al perihelio (el punto de su órbita más cercano al Sol). La elección del 1 de enero tiene más que ver con las vicisitudes de la historia, y os sorprenderá descubrir que un puñado de celtíberos rebeldes del siglo II a.C tuvieron bastante que ver en ello.
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Calendario Romano. Fuente. |
Pero queda otro ingrediente fundamental para entender el calendario romano. Para introducirlo, hay que recordar que en la República Romana habitualmente no se numeraban los años. Cierto es que ocasionalmente se hacía referencia a los años desde la fundación de la ciudad (sobre todo en los años finales de la República) o a la cronología de las Olimpiadas griegas, pero cuando un romano se refería a algún evento del pasado cercano lo más habitual con diferencia era mencionar a los dos cónsules elegidos aquel año, los máximos líderes político-militares de Roma. Por ejemplo, podríamos decir que Cicerón nació el a.d. III Nonas Ianuarias Q. Servilio Caepione C. Atilio Serrano coss., y cualquier romano entendería que se refiere al 3 de enero del año 106 a.C. Más aún, si un historiador menciona que cierta batalla ocurrió a
comienzos del año de tal y cual cónsul, se refiere al comienzo del año
consular, un año que empezaba el día en el que los cónsules comenzaban su mandato. De un modo que actualmente nos resulta muy difícil de entender, los cónsules eran el año.
Era una tradición tan fuerte que sobreviría al Imperio, al menos hasta que el 537 d.C. Justiniano introdujo la datación por el año de reinado del emperador.
Durante la República Romana hubo varias fechas en los que los cónsules y el resto de magistrados comenzaban su mandato. Desde el año 222 a.C. en adelante, esa fecha sería el mencionado 15 de marzo, los famosos Idus de Marzo de los que tanto se tuvo que cuidar Julio César siglo y medio después, y también la mencionada fecha de las tradicionales celebraciones de Anna Perenna. Desde aquel 222 a.C., la fecha de elección de los magistrados cambiaría una única vez.
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Guerreros celtibéricos en una cerámica numantina. Fuente |
La historia del cambio definitivo del calendario consular comienza en Segeda, una ciudad de la tribu celtíbera de los belos, situada en el valle del Jalón, en la actual Comarca de Calatayud (provincia de Zaragoza). Estamos en el año 154 a.C., y los segedanos estaban ampliando su muralla para acomodar a su creciente población. Esto iba contra los acuerdos de Sempronio Graco, un pacto entre Roma y algunas ciudades celtíberas que había mantenido la paz en la región durante más de veinte años. El Senado Romano pidió que parasen las obras de ampliación de la muralla y que se pagasen los tributos que la ciudad adeudaba, algo a lo que los segedanos se negaron. Roma vio la oportunidad que esperaba para pacificar definitivamente la región, y sabiendo cómo se las gastaban los celtíberos decidió no dejar nada al azar. Bajo el mando del cónsul Nobilior, dos legiones completas de italianos (10.000 soldados) junto a 20.000 auxiliares (la mitad de ellos reclutados en el camino) marcharon hacia Segeda. Y, quizás para sorprender a los segedanos antes de que su muralla estuviese completa, por primera vez en aquel año de 154 a.C se decidió que los magistrados se elegirían el 1 de enero, las Kalendas Ianuarius.

Lo cierto es que, si bien el 15 de marzo era buena fecha para elegir a los cónsules si iban a empezar en primavera una campaña en el sur de Italia, el 1 de enero era más apropiada si año sí y año también un ejército consular debía llegar a la Celtiberia en primavera. De este modo, desde aquel 154 a.C., el 1 de enero sería la fecha en la que se elegirían a los magistrados, una fecha que sobreviviría a las reformas de Julio César y continuaría hasta el final de la institución consular, después de la caída de Roma. No es difícil imaginar que si aquellos celtíberos del siglo II a.C. hubiesen sido un poco menos duros, quizás nosotros, herederos del calendario romano, no estaríamos preparándonos para celebrar el Año Nuevo el próximo 1 de enero.
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